Los espíritus no son, como se cree vulgarmente, de creación distinta; son las almas de los que han vivido en la Tierra o en otros mundos despojados de su envoltura corporal. El que admite admite la existencia de alma superviviente al cuerpo, admite por lo tanto la de los espíritus; negar a éstos equivale a negar aquélla.
Vulgarmente nos formamos una idea falsa de los espíritus; no son éstos, como creen algunos , seres vagos e indefinidos, ni llamas como las de los fuegos fatuos, ni fantasmas como las de los cuentos de aparecidos.
Son seres semejantes a nosotros, que como nosotros, tienen un cuerpo, pero fluídico e invisible en estado normal.
El Espiritismo no admite los demonios, pero admite los malos espíritus, que no valen mucho más y que causan tanto mal como ellos sugiriendo malos pensamientos, son seres atrasados, imperfectos aún, pero a los cuales reserva Dios el porvenir. Está en esto conforme con la iglesia católica griega que admíte la conversión de Satanás, alusión al mejoramiento de los malos espíritus.
Note usted, también, que la palabra demonio sólo implica la idea de espíritu malo en la concepción moderna que se le ha dado, porque la palabra griega daimon significa genio, ineligencia.
Como quiera que sea, hoy sólo se le admite a mala parte.
Admitir la comunicación de los malos espíritus es reconocer en principio la realidad de las manifestaciones. La cuestión está en saber si sólo son ellos los que se comunican, según afirma la Iglesia, para motivar la prohibición de comunicar con los espíritus .
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