La iglesia reconoce hoy, efectivamente, que el infierno material es una figura; pero esto no excluye la existencia de los demonios. Sin ellos, ¿Cómo explicar la influencia del mal que no puede venir de Dios?
El Espiritismo no admite los demonios, en el sentido vulgar de la palabra, pero admite los malos espiritus, que no valen mucho más y que causan tanto mal como ellos sugiriendo malos pensamientos.
Únicamente dice que no son seres excepcionales, creados para el mal y perpetuamente destinados a él, especie de parias de la Creación y verdugos del género humano.Son seres atrasados, imperfectos aún, pero a los cuales reserva Dios el provenir. Está en esto conforme con la iglesia católica griega que admite la conversión de Satanás, alusión al mejoramiento de los malos espíritus.
Note usted, también, que la palabra demonio sólo implica la idea de espíritu malo en la acepción moderna que se le ha dado, porque la palabra griega daimon significa genio, inteligencia.
Como quiera que sea, hoy sólo se le admite a mala parte.
Admitir la comunicación de los malos espíritus es reconocer en principio la realidad de las manifestaciones.La cuestión está en saber si sólo son ellos los que se comunican, según afirma la Iglesia, para motivar la prohibición de comnicar con los espiritus
Con el Espiritismo, constatamos que los Espíritus, aquellos que verdadera y sabiamente nos aman y se dedican en nuestro favor, (por lo tanto, los Buenos), nos acompañan, nos asisten y nos fortalecen para el éxito imprescindible. Y ellos, siempre amorosos, se valen de muchas y variadas técnicas para prodigarnos el bien que necesitamos.
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